16 de febrero de 2011

Crónica de un intento de suicidio (Parte III)

Parte II

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Melinda Ancholy vivía en la parte norte de la ciudad. Era una zona de gente de clase media y donde, al igual que Melinda, se alojaban la mayoría de estudiantes universitarios, ya que la universidad quedaba relativamente cerca. La carrera estudiantil de Melinda era digna de mención. Fue una de las primeras en su promoción en su instituto, y aspiraba a convertirse en una gran psicóloga, para lo cual tenía maneras y ganas. Pero incomprensiblemente, al quinto año de carrera, y cuando sólo le faltaban dos asignaturas para acabar, decidió dejarlo todo y empezar una nueva vida estudiando Bellas Artes. Su padre la repudió. No entendía como después de haber estado pagándole cinco años de carrera decidía tirar todo por la borda. Desde aquel día, Melinda se independizó y empezó a vivir lo que es la vida en realidad. Ahogada por las deudas, se vio obligada a trabajar en los más indeseables trabajos: limpiando platos en una pizzería, de 'mujer-anuncio',... incluso, algunas noches, bailaba en una sala de striptease en el centro de la ciudad.
Para ella era asqueroso ver a aquellos cuarentones babeando encima de las mesas, pero ganaba en una noche más que en un mes limpiando platos, así que le merecía la pena. Allí fue donde Ness la conoció. Después de una cena de trabajo, él y sus amigos se acercaron al bar a divertirse, emborracharse y ponerse cachondos viendo a alguna universitaria sexy bailar. Pero Ness no era de esa clase de chicos, y cuando vio a Melinda, tan joven y tan bella, tuvo la necesidad de ayudarla. Ness fue a los camerinos, y estuvo hablando con ella. Melinda en un principio pensaba que Ness buscaba 'algo más', y por un precio razonable se lo hubiera ofrecido... al fin y al cabo, Ness era un apuesto joven, atractivo y, a juzgar por su traje, adinerado. Pero Ness sólo se interesó por darle un empleo de calidad. A la semana Melinda estaba trabajando de secretaria en un bufete de un amigo de Ness. Poco después empezaron a salir juntos.
Pero de eso hacía ya casi cuatro años. Tres años de relación después, Melinda apareció en el despacho de Ness, y sin razón aparente, quiso zanjar su relación. "Nunca fue una mujer de relaciones. Incluso cuando estábamos los dos juntos, notaba como anhelaba estar sola y triste. Hay personas que no nacieron para vivir acompañadas" le dijo Ness a Obly.
El piso de Melinda estaba en un edificio de reciente construcción en una de las calles principales del barrio. Obly y Zoly subieron hasta el 4ºC, como Ness les había indicado, y llamaron al timbre. Un ruido de tacones se acercó rápidamente hasta la puerta. Melinda entreabrió la puerta con la cadena puesta y miró a Obly. Sus penetrantes ojos verdes intentaron buscar algún rasgo conocido en Obly, pero no lo encontraron.
- ¿Quién es usted? - Preguntó.
- Soy el detective Obly Vion, trabajo para BRN. Este es mi ayudante Zoly. Estamos aquí para investigar la desaparición de la señorita Rem Member. Según tengo entendido eras ustedes amigas. Sólo quisiera robarle unos minutos, si es posible, para hacerle unas preguntas.
Melinda dudó por unos segundos. Al final quitó la cadena y permitió que Obly y Zoly entraran en su pequeño, pero acogedor piso. Melinda llevaba muy bien sus veintiseis años. Tenía un cuerpo de modelo, y por unos momentos, mientras ella les ofrecía asiento, Obly se la imaginó bailando en torno a una barra de metal en un bar de striptease. "Céntrate detective" le gritó su pensamiento. Les ofreció algo de beber. Obly y Zoly le pidieron agua y agradecieron su gesto. Cuando se dio la vuelta para irse a la cocina, Zoly y Obly, al unisono y de manera coordinada, giraron sus cabezas para mirarle el culo. De repente Obly se percató de algo: "Si está en su casa, ¿porque lleva puesto ese vestido de fiesta y lleva esos zapatos de tacón?". Ella volvió con el agua y se sentó enfrente de ellos. Ella empezó a hablar sin que Obly le preguntara nada.
- Rem y yo nos veíamos, pero no muy a menudo. Ella vive lejos, y quedábamos de vez en cuando. A veces iba a su casa y a veces a tomar café en el centro. Pero era un pestiño tener siempre a esos dos 'polis' a nuestras espaldas. Al principio 'molaba', parecía como si fueran nuestros guardaespaldas. Pero en realidad era un 'coñazo', no podíamos hablar de 'cosas de mujeres'... usted ya me entiende. - Obly asintió, aunque en realidad no tenía ni idea de a lo que se refería. - La última vez que la vi fue hace dos días. Fui a su casa a tomar café. Hablamos un rato y luego me fui. Tenía que estudiar.
- Melinda...
- Puede llamarme Mel, me gusta más.
- De acuerdo. Mel, ¿se comportó Rem de manera extraña esa tarde? ¿Le contó algo que le perturbara o inquietara?
- No, hablamos de lo de siempre. Yo le conté mis quehaceres diarios en la 'uni', y ella me contó historias de ligues pasados e historias de amor.
- ¿Conoce usted este bar? - Obly le mostró el panfleto de 'El Rincón de las Almas Perdidas'.
- No.
- ¿Cómo conoció a Rem?
- Era cliente de mi antiguo novio, Ness. Y de vez en cuando iba a su piso cuando estábamos los dos juntos para preguntarle cosas. Al principio estuve celosa, ya sabe, una mujer guapa y atractiva yendo a casa de tu novio a preguntarle cosas, a mi parecer, estúpidas, de manera frecuente te hace desconfiar. Pero un par de días se quedó con nosotros a cenar, y después de charlar con ella, me pareció una mujer muy interesante. Aunque mientras estuve con Ness no eramos verdaderas amigas, nuestra relación empezó después de que Ness y yo rompiéramos.
Obly continuó durante diez minutos preguntándole a Mel acerca de su relación con Rem. Todo lo que Mel contaba no le servía para nada a Obly. Desesperado, decidió cortar la conversación.
- Bueno señorita, veo que se ha arreglado usted para salir. No quiero molestarla más, no sea que llegue tarde a su cita.
Mel quedó por un momento sin saber que decir.
- ¿Lo dice usted por...? ¡No! Se equivoca, acabo de venir de... una fiesta en casa de una amiga. Justo cuando llamaron ustedes me iba a meter en la ducha. Ahora estudiaré un poco y me acostaré.
- Bueno, entonces que descanse. Gracias por su tiempo.
Obly y Zoly se despidieron de la exuberante Melinda y salieron del piso. Mientras bajaban en el ascensor, Zoly dijo.
- Llámame desconfiado, pero creo que Mel no venía de una fiesta.
- ¿Por qué lo dice?
- ¿Una fiesta universitaria antes de las once? Y además ¿Hoy catorce? No se, no me cuadra.
- De todas formas no podemos detenerla por mentirnos sobre eso.
La puerta del ascensor se abrió, y delante de ellos apareció una mujer de unos sesenta años, con un pañuelo en la cabeza, y que limpiaba la entrada.
- Lo siento caballeros, tendrán que esperar un minuto. No me gusta que me pisen lo fregado.
Obly y Zoly aceptaron. De todas formas, para ellos el día había terminado. Zoly volvería a su apartamento del centro, descongelaría una lasaña y cenaría viendo alguna película de la tele. Obly encendería su equipo de música, pondría algo de Journey, Lou Reed o Roy Orbison y degustaría una copita de whisky Jameson.
- ¿Viven ustedes aquí? - Y al decir esto, la mujer los miró con el entrecejo fruncido y la mirada fija. - ¿No serán ustedes gays de esos? - Obly y Zoly se miraron.
- ¡No! - Contestó Obly. - Sólo vinimos de hablar con una de sus inquilinas.
- ¿Puedo saber quién? - Preguntó la anciana. A Obly le parecía que la mujer se quería enterar de demasiadas cosas. Iba a contestarle que no cuando Zoly se adelantó.
- Melinda Ancholy. - Zoly dijo el nombre y la vieja los miró con una cara pícara.
- Así que vienen de 'hablar' con la buena de Mel... creía que con el hombre del Mercedes tenía suficiente, pero veo que esa chica es insaciable.
Zoly y Obly se miraron extrañados e interesados al mismo tiempo. Mel les había confesado que actualmente no tenía novio, ni se seguía dedicando al baile de striptease, y que, por supuesto, no era una chica de citas... o prostituta, como a Obly le gustaba llamar a la profesión.
- ¿Tiene usted control de quien sale y entra del edificio? - Preguntó Obly a la portera.
- Si quiere decir que si apunto quien sale y quien entra, no. No tenemos registro de entradas ni de salidas. Si lo que quiere decir es que si me entero, entonces si... me paso catorce horas en esa habitación metida, así que no se me pasa quien sale y quien entra.
- ¿Podría decirme si Melinda ha salido esta tarde?
- No. Llegó sobre las dos, de sus clases, como siempre, y no ha salido hasta ahora. Pero seguro que ahora saldrá con el hombre del Mercedes, viene todas las noches. Algunas él se queda aquí a dormir hasta la mañana siguiente, sale temprano, con su traje y aseado, puedo oler el after-shave desde la portería.
Obly empezó a pensar que quizá Zoly tenía razón, y que aquella mentira sobre la fiesta que en un principio parecía piadosa, podía ocultar algo más.
La portera les indicó que podían salir, pero Obly y Zoly se quedaron hablando con ella. Le contaron lo más relevante acerca del caso que llevaban, y le pidieron su colaboración. La mujer aceptó encantada, parecía que Mel no era de su agrado.
Obly y Zoly salieron a la calle y esperaron en su viejo Lotus a que el misterioso hombre del Mercedes apareciera. No tuvieron que esperar mucho, a los diez minutos llegó. Era de noche, y la oscuridad no les dejaba ver rostros de manera clara, pero Obly hubiera asegurado que aquella cara le era familiar. Tomaron los datos de la matrícula y se los mandaron al director, para ver si podía averiguar a quien pertenecía ese Mercedes. El director le devolvió la llamada pasado no más de dos minutos. Quería saber como habían obtenido esa matrícula. Cuando Obly se lo dijo, el director les ordenó que se presentaran en su despacho enseguida. Obly colgó... parece que su copa de Jameson y el 'Take no prisioners' de Lou Reed tendrían que esperar. Se avecinaba una noche muy larga.
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