8 de diciembre de 2016

El milagro de Empel... o porque no trabajamos el 8 de diciembre


8 de diciembre: Día de la Inmaculada Concepción... Hasta ahí llegamos todos. Algunos irán más allá y sabrán que esta virgen es la patrona de la Infantería Española, pero, ¿porque hoy? ¿Que tiene este día de especial? Para saberlo tenemos retroceder más de 400 años.

Diciembre de 1589. Guerra de los 80 años. Los tercios españoles se batían a pica, mosquete, toledana y vizcaína contra los infieles belgas y holandeses en las regiones de Flandes. El ejercito del Conde Pedro Ernesto de Mansfeld avanzaba hacia Brabante para sofocar las revueltas que vivía la región. El tercio dirigido por el maestre de campo Don Francisco Arias de Bovadilla, se une al ejercito, en el que se encuentran otros dos tercios españoles. Durante la marcha, el ejercito llegó a las orillas del rio Mosa, donde el Conde ordena acuartelar el grueso del ejercito. En esa zona, al río Mosa confluía el río Vaal, formando una pequeña isla en el centro, conocida como la isla de Bommel. Esa isla es tomada a una pequeña guarnición holandesa y es allí donde el ejército se atrinchera. Los tercios toman y aseguran los diques de contención construidos para evitar que el agua anegara la isla. Y es que, si el enemigo tomaba varios de ellos, podría llegar a inundar Bommel y lanzar sobre los españoles toda la potencia contenida de los ríos, inundando la zona y haciéndola navegable para los navíos de cañones holandeses. Con el terreno conquistado, Mansfeld partió hacia Harpen, a 25 Km. de la isla, dejando al maestre Bovadilla al mando de unos 5.000 hombres.


Mapa de la zona donde puede verse la isla de Bommel en la parte inferior 

El ataque holandés no se hizo esperar. Aunque la posición estratégica de la isla de Bommel era más o menos nula, los holandeses vieron una oportunidad de asestar un duro golpe a esos tercios españoles que habían estado arrasando sus tierras durante ya casi 30 años. La armada rebelde, comandada por el Conde de Holac, que triplicaba en numero a la española, se abalanzó con el ánimo extraordinario de enfrentarse a aquellos hombres y exterminarlos. Para ello cortaron los diques para anegar la ribera de las islas y rodearla de agua la para atacar con los navíos e impedir la huida de los tercios.

Aunque la defensa de algunos diques fue estoica, todo estaba perdido para los españoles en el campamento. Embarcaciones de soldados enemigos llegaban a la isla aprovechando la crecida del río tras la rotura de algunos diques, por lo que el maestre Bovadilla ordenó al grueso de la tropa que aun quedaba con vida abandonar la posición y dirigirse al punto más alto de la isla: el monte de Empel.

Los tercios españoles, totalmente rodeados de enemigos y agua, fueron bombardeados, cañoneados y regados con fuego de mosquetería durante toda la jornada, aguantando estoicamente y pagando cada una de sus vidas muy caras. Tanto fue así, que al atadecer, el Conde de Holac, viendo que no iba a ser fácil acabar con aquel ejercito, ordenó retirar su naves y tropas lejos del alcance de las armas españolas.

Aunque este hecho suponía una pequeña victoria para los españoles, éstos sabían que totalmente rodeados, sin mucha munición y sin provisiones no dudarían mucho tiempo, por lo que el maestre Bovadilla ordenó a varios soldados cruzar la línea enemiga en la oscuridad y llevar cartas de auxilio al Conde Mansfeld para pedir ayuda. El conde Mansfeld ideó un descabellado plan para romper el cerco enemigo con 50 barcazas y poco más de 2.000 hombres durante la mañana del 6 de diciembre. Bovadilla tenía cerca de 5.000 en Empel. El enemigo 15.000. El ataque nunca llegó a realizarse, la noche del 5 de diciembre los soldados españoles que preparaban el asalto fueron descubiertos y obligados a retroceder. Mansfelt dejó sólo a los tercios encomendando su suerte a Dios.

Durante el día siguiente, los ataques se sucedieron. El ejercito español iba minando su moral, atrincherándose como podían y resistiendo la lluvia de plomo y fuego enemigo. Así llegaron al día 7 de diciembre, totalmente desmoralizados, hambrientos, casi sin munición y exhaustos. Y ese día se obró el milagro. Según se cuenta, mientras cavaba una trinchera, un soldado encontró una tablilla con la imagen de la Virgen de la Inmaculada Concepción. El maestre Bovadilla aprovechó ese hecho para intentar subir la moral de sus tropas y se improvisó un pequeño altar en lo alto del monte. El ejercito holandés mandó una carta pidiendo la rendición del tercio y su capitulación. La respuesta, escrita por Don Francisco de Bovadilla, enaltecido por la recobrada moral de sus tropas, es historia viva de nuestra patria:
"Los tercios españoles prefieren la muerte a la deshonra... Ya hablaremos de capitulaciones después de muertos"
Todo estaba visto para sentencia, ya que el Conde Holac, ante la negativa de rendición del tercio, tenía previsto arrasar el monte a la mañana siguiente. 

Esa noche, la del 7 al 8 de diciembre de 1589, un frío inusual llegó a esa región de Flandes, y lo que en principio parecía un castigo para las tropas españolas guarecidas y sin posibilidad de hacer fuego, se convirtió en una posibilidad de victoria: el frío congeló el rio Mosa y el Vaal, algo que no había pasado nunca en esa región... El ejercito holandés tuvo que retirar sus navíos para evitar que quedaran encallados en el hielo.

El milagro de Empel, por Augusto Ferrer-Dalmau

Este hecho fue visto como un milagro y ayuda divina por parte de los españoles, y al primer clarear del alba, el maestre Bovadilla alzó en armas al ejercito, viendo que esa era la única solución para salir de aquella muerte segura. Los tercios, picas en ristre, y entre 'por Dios y por España', atravesaron en río en dirección al campamento holandés dispuesto a repartir acero y teñir de sangre los helados campos.

No hubo batalla. El ejercito holandés, como viendo un fantasma, rompió la formación y corrió en desbandada. Los tercios españoles se cobraron unas pocas almas, quemaron los barcos enemigos, saquearon lo que pudieron y volvieron a juntarse con el ejercito de Mansfeld que esperaba a poca distancia y que también pudo hacer carne con los soldados holandeses que huían.

Aquella victoria milagrosa fue atribuida a la Inmaculada Concepción, que desde aquel día paso a ser la patrona de los tercios españoles de manera oficiosa. No fue hasta 300 años después, el 12 de noviembre de 1892, cuando fue oficialmente nombrada patrona de la Infantería Española por orden de la reina Maria Cristina de Habsburgo-Lorena y se estableció el día 8 de diciembre, como el día de su patronazgo, rememorando la victoria en Empel.

1 de agosto de 2016

Historia y música: Los últimos condenados a muerte de España

     Corría el verano de 1975. El pueblo español suspiraba ya ese anhelo de cambio y de libertad. Francisco Franco, gravemente debilitado, no se deja ver, salvo en los informativos del régimen, que, ante este vacío de poder, empieza a mostrar graves signos de desmoronamiento.
     En esta España que aun se mecía entre conservadurismo clásico y los aires de democracia, aun existían varios presos que esperaban sentencia. Entre ellos había miembros de ETA, miembros de organizaciones radicales de izquierda (FRAP) y activistas. En total 11.
     El 28 de agosto, en Burgos, José Antonio Garmendia Artola y Ángel Otaegui Etxebarría, ambos miembros de ETA politico-militar, fueron condenados por un Consejo de Guerra a muerte por delito de terrorismo agravado con la muerte de un cabo de la Guardia Civil el 3 de abril de 1974. A Garmendia finalmente le fue conmutada la pena por cárcel. El 19 de septiembre, en Barcelona se celebró otro Consejo de Guerra donde fue condenado a muerte Juan Paredes Manot, 'Txiki', de ETA politico-militar, por un atraco en la sucursal del Banco Santander en barcelona el 6 de junio. Atraco en el que, a causa de un tiroteo, murió un cabo primero de la Policia Armada. En Madrid, del 11 de septiembre al 18, se celebraron varios sumarios donde fueron condenados a muerte José Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez-Bravo Solla, todos miembros del FRAP, condenados por delitos de insulto y resistencia a fuerza armada con resultado de muerte. En total, de 11 acusados, 5 fueron condenados a muerte. La pena se aplicaría al amanecer del 27 de septiembre, en las ciudades de Burgos, Barcelona y Madrid, por fusilamiento.
    Desde el primer minuto que se empezó a tener conocimiento de las condenas, muchas fueron las protestas para evitarlas. Se realizaron manifestaciones, e incluso las noticias llegaron a la Santa Sede, donde Pablo VI envió un mensaje a Francisco Franco pidiendo la clemencia de los reos. El 26 de septiembre se celebró un Consejo de Ministros donde se esperaba que se podría amnistiar a los condenados. Pero el gobierno podía ver aquello como una falta de poder, con lo que, aunque ratificó la amnistía para 6 condenados, hizo oídos sordos a las peticiones de indultos para los otros 5.
     La repercusión nacional e internacional fue bárbara. Varios presidentes, como el de México, pidieron la expulsión de España de las Naciones Unidas. Varios países europeos, como Holanda, Reino Unido o Noruega, retiran a sus embajadores del país. En el País Vasco se convocaron huelgas para el día 26 y 27, en pleno Estado de Excepción, que fueron masivamente secundadas.
     El gobierno español desoyó todas las voces que llegaban desde todos los rincones de Europa y el mundo, y el 27 de septiembre de 1975, los cinco condenados a muerte fueron fusilados al amanecer en las ciudades de Barcelona, Burgos y Madrid.

     Los días anteriores a los fusilamientos, Luis Eduardo Aute, conmovido por las condenas, se pone a escribir una canción:
"La escribí los días previos a los fusilamientos y con mucha urgencia. Debe haber sido una de las canciones que más rápidamente me surgieron, pero quería que la gente la cantara. La verdad es que no tuve que pensar mucho, salió del dolor.
Quería que pasara rápido la censura. Por eso la estructuré como una canción de amor, de despedida para siempre y como un alegato a la muerte. Pero hay dos elementos en la canción muy vinculados a las ejecuciones. Una vez pasó la censura, Rosa León la grabó."
     Esa canción, que todo el mundo presumía de amor y que llevaba encerrada una clara crítica a esos hechos que sucedieron al final del Franquismo, es "Al Alba".

Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada...

No sé qué estrellas son éstas

que hieren como amenazas,
ni se que sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que, tras la noche,

vendrá la noche más larga.

Quiero que no me abandones,
amor mío, al alba.
Al alba, al alba, al alba, al alba.
Los hijos que no tuvimos

se esconden en las cloacas,

comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.
Presiento que, tras la noche,

vendrá la noche más larga.

Quiero que no me abandones,
amor mío, al alba.
Al alba...........
Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas.
¿No te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza?
Maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.

Presiento que, tras la noche,
vendrá la noche más larga.
Quiero que no me abandones,
amor mío, al alba.
Al alba...........

2 de junio de 2016

Química Lírica (V)

Donde despiertan tristes versos llorados
muere lentamente el alma del poeta,
donde el lápiz cuenta sueños robados
suelta la melancolía su fiereza.

Donde no llegan los besos ni los miedos,
donde la mente sin cordel vuela,
donde viven los temores más ciegos
donde la vida miente sin que duela.

Allá donde me lleven mis lentos pasos
más lejos aun de esta tierra lastimera,
pero cerca todavía de tus dulces labios,
que prefiero estar entre bestias fieras
si así puedo recogerte entre mis brazos
para poder amarte la vida entera.

5 de mayo de 2016

Historia y música: El Domingo Sangriento en Derry

Corrían los primeros años de 1970. El conflicto en Irlanda del Norte se encontraba en su punto álgido y la tensión se respiraba en cada calle de las ciudades del norte de la Isla Esmeralda. No eran infrecuentes las muertes entre republicanos y unionistas, y los enfrentamientos tanto con la policía del Ulster como con el Ejército Británico. A parte del IRA, otro de los grupos activistas más importantes era la Asociación por los Derechos Civiles de Irlanda del Norte (NICRA), que luchaba contra la discriminación en contra de los católicos. Una de las ciudades donde la lucha estaba más recrudecida era Derry. En esta ciudad, ante la imposición de una ley que permitía la detención y encarcelamiento sin juicio de los sospechosos de pertenencia al IRA, los habitantes "cerraron" la entrada a los barrios de Bogside y Creggan a las fuerzas del orden y al ejército británico, creando el denominado Free Derry.

El domingo 30 de enero, la NICRA convocó una manifestación pacífica por las calles del barrio de Bogside. La manifestación protestaba por la encarcelación sin juicio de gente irlandesa, predominantemente católica, en Irlanda del Norte. Las autoridades británicas habían prohibido que la marcha traspasara los límites del barrio de Bogside. Para evitar altercados, los organizadores solicitación y consiguieron el compromiso de no participación por parte de las distintas facciones del IRA. Además, vista la prohibición británica, la marcha se limitó a recorrer sólo las calles del Free Derry, y no llegar hasta el centro de la ciudad como era la intención inicial de los organizadores.

La manifestación debía acabar en la Free Derry Corner, una famosa esquina de las calles Fahan y Lecky, donde estaba la famosa pintada que rezaba "You are now entering in Free Derry". Fue entonces cuando un grupo de unos cincuenta manifestantes siguió por la calle Willian y paró junto a una de las barricadas, increpando a los soldados de las fuerza paracaidista británica que la ocupaban y lanzando piedras y botellas. Unos minutos después, las tropas británicas se lanzaron contra los manifestantes. Las tanquetas se adentraron por la calle Rossville, y, ante la huida de los manifestantes, el ejercito británico abrió fuego, matando a 14 personas, desarmadas y muchas de ellas menores de edad de facciones juveniles afines al IRA.

Aquellos hechos fueron conocidos como el 'Domingo Sangriento'.


Once años después, en 1983, una blanda dublinesa, en su tercer álbum, incluyó una canción para describir el horror sentido por un observador de aquellos hechos.

Aquella canción era Sunday Bloody Sunday, y el grupo U2.



I can’t believe the news today
I can’t close my eyes and make it go away.
How long, how long must we sing this song?
How long, how long?
‘Cos tonight
We can be as one, tonight.

Broken bottles under children’s feet
Bodies strewn across the dead-end street.
But I won’t heed the battle call
It puts my back up, puts my back up against the wall.

Sunday, bloody Sunday.
Sunday, bloody Sunday.
Sunday, bloody Sunday.
Sunday, bloody Sunday.
Oh, let’s go.

And the battle’s just begun
There’s many lost, but tell me who has won?
The trenches dug within our hearts
And mothers, children, brothers, sisters
Torn apart.

Sunday, bloody Sunday.
Sunday, bloody Sunday.

How long, how long must we sing this song?
How long, how long?
‘Cos tonight
We can be as one, tonight.
Sunday, bloody Sunday.
Sunday, bloody Sunday.

Wipe the tears from your eyes
Wipe your tears away.
I’ll wipe your tears away.
I’ll wipe your tears away.
I’ll wipe your bloodshot eyes.
Sunday, bloody Sunday.
Sunday, bloody Sunday.

And it’s true we are immune
When fact is fiction and TV reality.
And today the millions cry
We eat and drink while tomorrow they die.

The real battle just begun
To claim the victory Jesus won
On…

Sunday, bloody Sunday
Sunday, bloody Sunday..


2 de mayo de 2016

Química Lírica (IV)

Dardos de sangre clavados
en centros de rosas por pudrir. 
Miradas perdidas, en ojos ahogados
en la esperanza de un sueño por vivir.
Y quema más el sol de mediodía
que le risa ahogada del porvenir,
más que la sorna sorda y funesta
de saber que los días que están por venir,
grises y fríos, como los de antaño,
serán los últimos que me queden por pedir.
 Y se olvidan los besos,
se olvida hasta la forma de reír,
se olvidan las dulces caricias 
que se daban cuando aun 
el sol solía lucir,
cuando aun dolían las heridas
cuando aun, trémula sonrisa,
el plácido murmullo de esa niña
inundaba la habitación de alegría
y alejaba las sombras,
esas sombras que hoy vuelven a ocultar
toda la esperanza que desea brotar
y que corta las alas,
quema la vida,
rompe la ilusión
y pudre las ganas de soñar.



17 de abril de 2016

...

Él no quería otro whisky. Rechazó la invitación del camarero, incluso cuando éste le dijo que corría por cuenta de la casa. No quería beber más. Llevaba tres copas y creía que aun podía controlar sus sentimientos y emociones... Otra copa hubiera sido demasiado. Otra copa le hubiera hecho decir tonterías, sonreír en exceso, cometer un error... que no era lo que precisamente estaba buscando.
Enfrente, ella, seguía fumando (¿cuánto tiempo podía llevar con ese cigarrillo?). No es que el humo le molestase, pero empezaba a metérsele en los ojos y estaban empezando a llorarle. Sostuvo su copa de whisky en la que sólo quedaba agua descongelada y bebió amargamente. La estaba escuchando, de hecho pensaba que llevaba demasiado tiempo escuchándola; no es que esa conversación fuera aburrida... pero no necesitaba escucharla, parecía comprender todo de ella incluso sin esa explicación.
Ella se incorporó. Un suave mechón rubio le cubrió su ojo derecho. Ella no lo apartó, cosa que él lamentaba, pues no podía mirar ese maravilloso ojo verde, y no se contentaba con el otro.
Su mirada se clavó en él y una especie de estremecimiento recorrió su cuerpo. Era imposible no estremecerse ante aquella mirada, tan llena de fuego y a la vez tan helada que...
- ... Si te digo la verdad, no tenía ni la menor intención de volver.- Le dijo de repente ella.
- Y yo no tenía la esperanza de que volvieras.- Contestó él.
Pero era mentira. Esperaba su vuelta desde hacía mucho tiempo. Y ella también mentía: nunca se había ido. Él sabía que ella siempre había estado ahí, a la vuelta de la esquina, en el pasillo de al lado en el supermercado, tan cerca y a la vez tan lejos.
- ¿Dónde has estado todo este tiempo? - Preguntó él.
- ¿Me echabas de menos?
- No... No exactamente. Simplemente quería volver a estar contigo.
- ¿En un bar? ¿Harto a whisky, con los ojos llorosos y la mente perturbada?
- No. Contigo.
- Lo que yo digo... Me echabas de menos.
Exhaló el humo y se lo echó directamente a la cara. Él aguantó la tos estoicamente. La odiaba. Ella sacaba lo peor de él, y cuando estaba a su lado, sabía que su vida no valía más que aquel whisky con hielo que acaba de terminar. Tenerla a su lado era caer en la más profunda melancolía, era dormir arropado por la soledad cada noche y desear, nada más amanecer, que el día durase lo mínimo posible. Pero sin ella su vida no era mejor. ¿Por qué renunciar a ella si sabía que al menos podía darle algo? Algo a lo que aferrarse cuando el barco ya hace tiempo que se había hundido.
- ¿Qué haces ahora?- Le preguntó ella.
- Lo mismo que hacía cuando te marchaste: sobrevivir.
- ¿Nada nuevo? ¿Nadie nuevo?
- Nadie y mucha gente al mismo tiempo… Ya sabes… Si no hubiese nadie quizá no estarías aquí.
- Y si lo hubiese tampoco.
- A veces.
Volvió a dar otra calada larga a su cigarro que ya empezaba a acabarse. Lentamente, fue alzando su mirada hasta que sus ojos se clavaron en los de él. Permanecieron así largo tiempo, uno frente al otro, mirándose. Pero no era una mirada de amor, ni siquiera de aprecio. Era más una mirada escudriñadora, como la de dos púgiles que se miran en el cuadrilátero antes de empezar un combate intentando adivinar que táctica seguirá cada uno, que golpe será el ganador, una mirada desafiante, ruda y teñida del humo del cigarro que clamaba por ser apagado.
- Creo que tengo que irme, guapo.- Dijo ella.
- Creo que yo también.
Ambos cogieron sus respectivos abrigos y salieron al frío de aquella noche, húmeda y lluviosa como tantas, que extendía sus garras sobre la ciudad. Se volvieron a mirar.
- ¿Volveré a verte? – Preguntó él.
- Seguramente… Aunque no se decirte cuando.
- Ah, ¿pero habrá un cuando?
- Si, muchachito. Al parecer, por una temporada al menos, vas a tener suerte conmigo.
- Doy gracias.
Le sonrió, y eso era mucho. Su sonrisa no era como la de cualquier mujer. Era especial. Era algo que podía devolver la vida a un alma errante como la suya. Ella abrió su paraguas verde, le miró por última vez, y saliendo bajo la lluvia, se marchó calle adelante con ese aire que dejan las chicas guapas cuando, después del último beso, te dejan esperando el siguiente mientras ellas, caminando de espaldas, saben que las observas marcharse esperando que se den la vuelta… Pero nunca se la dan.
Esta vez tampoco hubo suerte. Ella siguió caminando. Él se enfundó su raído anorak y marchó, bajo la fina lluvia de abril, por el lado opuesto al que se había ido su Inspiración.