31 de mayo de 2011

Y llovía...

Había sido tres años difíciles, pero él creía que el solo hecho de volver a verla recompensaría aquella espera. Era mediodía y el aeropuerto hervía de gente andando hacía arriba y abajo. Se preguntaba cuantas coincidencias habría entre toda esa gente. Quizá haya personas que sin saberlo, se cruzan en un aeropuerto, y años después acaban vestidos de novios en medio de un ritual que daba más miedo que otra cosa. Se sentía absorto, igual que de pequeño cuando se pasaba horas viendo el bullicio de un hormiguero… aunque esta vez no pensaba mearse encima del aeropuerto.

“Le informamos de que el vuelo **** procedente de Londres viene con un retraso aproximado de veinticinco minutos”, anunció una voz femenina por los altavoces. “Lo que faltaba”, pensó nuestro amigo, y empezó a devorar las pocas uñas que le quedaban. Estaba deseando volver a verla, y, aunque las tecnologías últimamente permiten ver a la gente por lejos que esté, aun la recordaba como el día en el que se despidió de ella. Sus ojos verdes, su melena rubia y su piel de mármol, como una lolita, como una petite coquette, que atrapaba a todo el que tuviese valor de enamorarse de ella. Su sonrisa era angelical, y su voz de una dulzura sin parangón… pero no sabía si tres años habrían cambiado en ella. “Ya veremos”.

“Le informamos que el vuelo **** acaba de efectuar su aterrizaje”. El corazón le dio un vuelco. Miles de dudas asaltaban su cabeza: como tratarla, darle un beso o abrazarla, decirle que estaba más delgada (aunque fuese mentira) o no comentar nada… esta vez sus preocupaciones se multiplicaban por veinte. No quería quedar mal con ella, había sido mucho tiempo sin verla y no quería pifiarla en este reencuentro tan especial. “Me dejaré llevar… lo que pida la situación”. Sabía que los reencuentros felices y emotivos de las películas solo ocurrían ahí, en las películas y… la gente empezó a salir por la puerta de llegada. El corazón le latía a mil por hora. Después de que hubiese salido bastante gente, la vio. Estaba como siempre, guapa y radiante. Ella se dio cuenta de su presencia y corrió hacia el. Se fundieron en una abrazo y ella le dio un beso en la mejilla

- ¡Cuanto te he echado de menos papá! ¡Vámonos a casa!

Fuera empezaba a llover sobre Madrid

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